jueves, 28 de agosto de 2008

ASPIRINAS TRANSGENICAS II

Como lo prometido es deuda, aquí va otra entrega de anécdotas farmaceúticas varias. Aviso desde el principio de que esta segunda parte es un poco verde y puede herir la sensibilidad de algún lector, pero es lo que hay. Estaba yo ensimismada en mi misma reponiendo mi estante de antigripales cuando de repente noté la presencia de un chico o chica, porque aún no se lo que era, y conste que no soy homófoba ni xenófoba ni nada que acabe en foba, pero es que de verdad no se que era, por que tenía cuerpo chico y chica, cara de chico y chica, pelo de chica (eso si) y su voz era una mezcla entre Fresita y Constantito Romero. Pero todo esto la verdad es que no tiene importancia, la miga del asunto es que me pidió una "bomba anal , la más grande que tengas". La cara de la clienta de al lado...un poema. Yo, que ya estoy acostumbrada a todo tipo de palabros y peticiones raras comprendí que se refería a un irrigador anal, más conocido como pera, las hay de varios tamaños, la más pequeña puede ser como una pelota de golf y la más grande es como un melón y con una cánula que da miedo. ¿Cual se llevó? adivina adivinanza jeje..Que yo no opino sobre las prácticas sexuales de nadie, cada uno que haga con su cuerpo lo que le plazca, pero por favor, ese vocabulario, que la señora de al lado se tuvo que ir corriendo pensando que el tipo (o la tipa) era un terrorista.

Poco rato después vino una adolescente a por una crema porque le picaban sus partes nobles, obviamente no la pidió así, si no no sería una anécdota, la palabra que usó es un bisílabo y las dos sílabas empiezan por ch, lo más sorprendente de todo es que lo pidió por la ventanilla de guardia, con al menos siete personas detrás y a grito pelao, yo solo veía su cara, pero me la imagino rascándose como un perro sarnoso delante de todas esas personas y sin cortarse ni un pelo. Menos mal que viene ZP con Educación para la Ciudadanía y estas cosas dentro de unos años no pasarán.

Y para rematar el día un gitano me quiso robar una crema de baba de caracol. El caso es que yo le veía hacer movimientos extraños pero, inocente de mi, yo pensaba que andaba buscándose el dinero para pagarme lo que había comprado. Pues no, estaba intentando guardarse la crema (con caja y todo) en el bolsillo del pantalón. Pero ahí estaba mi compañera la lince ibérico para no dejarle escapar. La película que nos contó acerca de la crema fue increíble, resulta que la había comprado el día anterior y la llevaba en el bolsillo para que no se la quitara nadie de la fregoneta porque quería regalársela a su mujer que había sido su cumpleaños y que Dios me libre señoita que yo nunca he robao na y bla bla bla. Que hasta me dió pena y todo el tío.

Pues todo eso me ha pasado en una tarde en la farmacia. Y eso que estamos en Agosto, miedo me da la vuelta al cole. Os mantendré informados.